miércoles, 24 de septiembre de 2008


Un tabladito, digamos un tingladillo, en donde aparecen los actores traspasando el pequeño telón. Payasos trágicos, marionetas manejadas por el destino, el destino de la tierra, siempre la tierra.

Pero es esta tierra por la que luchan los hombres, la misma que da la vida y que también la que la quita.
El hombre tiene que pelear, tiene que matar, para poder sobrevivir.

Hemos querido llevar al extremo el mundo que Lorca nos propone, huyendo del realismo, como en un sueño en donde los fantasmas llegan. Estos "seres" revelan a través de su actuación marionetizada el dolor soterrado en las almas del ser humano.

¿Payasos, cómicos, muñecos? Títeres humanos, crueles y despiadados, dispuestos a despedazarse los unos a los otros. En lo pequeño, lo reducido, lo contenido, se encierra la fuerza más grande.

2 comentarios:

José Antonio dijo...

Pensé que la propuesta de La Espada de Madera sobre Bodas de sangre de Lorca, representaba, más que un atrevimiento, un acto de soberbia. Creí que el director había hecho suya una de las frases de un personaje de la obra. La Madre, dice: “Mi hijo tiene y puede”. Estaba equivocado.
De entrada, los actores, demuestran suma habilidad y precisión para moverse entre el tabladillo de apenas dos metros cuadrados y el skané. Los personajes, desde su posición inicial de marionetas, consiguen un nivel interpretativo cuyas emociones encuentran la complicidad del espectador. Dentro del buen tono general, cabe destacar al personaje de La Madre. El texto, pero sobre todo el buen hacer y rotundidad que aporta su interprete, le convierten en el armazón sobre el que se sustenta la obra. El papel del Novio también sale airoso al conseguir que dos aspectos tan difíciles de equilibrar como son la simplicidad y dramatismo, resulten creíbles. Finalmente, el papel de la Novia, cuya dualidad entre la pasión y el deber lo hace complejo de interpretar, lo muestra una actriz de frágil apariencia que en ella se convierte en sutileza con cada uno de los gestos; su interpretación, la hace brillar como una promesa de gran actriz para futuros retos.
Por otra parte, nada más que traspasar el umbral del local eres recibido con una copa de vino y algunos simpáticos detalles por parte de los actores. Tales gestos, junto al olor a auténtico teatro e intimidad que se respira en la sala, hacen que uno se encuentre ante una oferta atractiva y difícil de rechazar.

José Antonio dijo...

Pensé que la propuesta de La Espada de Madera sobre Bodas de sangre de Lorca, representaba, más que un atrevimiento, un acto de soberbia. Creí que el director había hecho suya una de las frases de un personaje de la obra. La Madre, dice: “Mi hijo tiene y puede”. Estaba equivocado.
De entrada, los actores, demuestran suma habilidad y precisión para moverse entre el tabladillo de apenas dos metros cuadrados y el skané. Los personajes, desde su posición inicial de marionetas, consiguen un nivel interpretativo cuyas emociones encuentran la complicidad del espectador. Dentro del buen tono general, cabe destacar al personaje de La Madre. El texto, pero sobre todo el buen hacer y rotundidad que aporta su interprete, le convierten en el armazón sobre el que se sustenta la obra. El papel del Novio también sale airoso al conseguir que dos aspectos tan difíciles de equilibrar como son la simplicidad y dramatismo, resulten creíbles. Finalmente, el papel de la Novia, cuya dualidad entre la pasión y el deber lo hace complejo de interpretar, lo muestra una actriz de frágil apariencia que en ella se convierte en sutileza con cada uno de los gestos; su interpretación, la hace brillar como una promesa de gran actriz para futuros retos.
Por otra parte, nada más que traspasar el umbral del local eres recibido con una copa de vino y algunos simpáticos detalles por parte de los actores. Tales gestos, junto al olor a auténtico teatro e intimidad que se respira en la sala, hacen que uno se encuentre ante una oferta atractiva y difícil de rechazar.